Cuando ayer después del derby, me
retiraba al calor de los muros caseros, por motivos que no atino a alcanzar,
empezó a reverberar en mis iodos aquella vieja danza de guerra que decía algo
así como: “(…) que Mariano la
prepara y Sorrentino mete un gol”.
Llegados a ese punto, no se puede achacar el anacronismo a la falta de
balonmano porque, a falta del naranja rampante, tenemos desde Serbia en liza a los dieciséis mejores
equipos de Europa, reducidos para
este viernes a cuatro. Entre ellos, por cierto, la selección española.
Un Europeo es, salvando los Juegos
Olímpicos, la competición por naciones de mayor calado. No hay ninguna
cenicienta y en la cruenta acumulación de partidos que se forma mas vale tener
que cabeza y piernas frescas porque el descanso no te lo va a dar el que tienes
enfrente. ¿Qué decir de los rivales que se ha cruzado España hasta su
momentáneo punto de llegada? Francia,
Hungría, Rusia, Croacia, Islandia y Eslovenia. Casi nada. Viendo que esto
va en serio y que, para tocar la gloria, tendremos que corresponder vengándonos
de los daneses y lanzándonos al vacío contra el balcánico que corresponda, los
marrulleros croatas o la anfitriona Serbia. De
todas formas, el miedo lo deberían tener ellos porque España emite unas vibraciones que seguro que hemos compartido todos
los que hemos estado viendo los partidos.
¿Por qué tanto optimismo? En
primer lugar, es evidente que llegar a semifinales con el expediente inmaculado
tras vérnoslas con los titanes citados, no es moco de pavo. España, si debe ser calificada con una
sola palabra o adjetivo, esa sin duda será la de “bloque”. Macizo, compacto,
pétreo, con la defensa como síntesis. Una defensa que se adapta y cambia según
sea el desarrollo del partido, como vimos con Croacia, un 5:1 clásico
de Rivera, con ayudas constantes y
un impresionante deslizamiento de las piernas a la hora de achicar espacios y
líneas de pase, esa décima de segundo que condiciona llegar en condiciones de
legalidad a obstruir al adversario. Por cierto, eso es lo que define una buena
defensa y no zurrar hasta caernos del guindo, añadiendo encima la frase que,
creo, dispuso al respecto Zupo: “Me gusta que mi equipo tenga más
exclusiones que el rival porque eso demuestra intensidad defensiva”. Amable
confusión de conceptos en mi humilde opinión.
La otra versión, el 6:0, para mi merece una excepción al
destacar un nombre entre tanta fortaleza. Ese es Gedeón Guardola, que llegó de puntillas tras la desafortunada
lesión de Garabaya, y se he erigido
en ese solar inexcusable que, en el fondo de la defensa española, echa el telón
para que se haga de noche en el ataque rival. En definitiva, está a un nivel
impresionante el de Petrer, nuestro
particular agente secreto Anacleto.
Es evidente que a grandes defensas, grandes porteros, y Sierra y Hombrados están gozando de una continua regularidad que
les afirma bajo palos, sacando pelotas importantes y firmando porcentajes no
majestuosos pero si efectivos, alrededor del 35%. No son porteros de rachas, lo
son de permanencia en definitiva. Por otro lado, en ataque dicen que no tenemos
tiro exterior, momento en que tal vez hemos de acordarnos de Iker Romero, y lo que si tenemos pero
es ya hiriente que no nos lo dejen usar es un pivote como una casa, respecto al
cual lo extraño es que acabe con la camiseta intacta después de los partidos.
Agarrones, empujones y sujeciones definen la guerra cotidiana de un Julen con la mirada perdida hacia los
del pito. Lo debe haber dado por imposible.
Aún así suma y se una a la fiesta
desde el extremo, donde los cuatro mas el posible Rocas ante las molestias firman ese veneno que tantas veces hemos
sufrido y disfrutado cuando llevan la camiseta blaugrana. Dentro del estricto y
necesario reparto y rotación que lleva a cabo Valero con los minutos, nadie desentona y todos ofrecen la
posibilidad de alguna variante, de alguna dinámica nueva que responde a una
situación incómoda y otorgue la iniciativa a una selección que no tiene pinta
de parar. Cuando no es una penetración de Gurbi,
es un tiro en apoyo del pequeño Entrerrios
o una asistencia del mayor. Estilismo puro, por cierto, el del navarro que,
aunque a veces peque de blandito, hace tantas cosas bien, es tan inteligente,
que ni te enteras. Además, nuestro Maqueda
pone la complementariedad con esa fuerza bruta cada vez mas pulida y orientada
a finiquitar al que le toque padecerla. Allí, en medio, otra luz, Joan Cañellas, multiusos en la primera
línea, que finta, asiste, saca el brazo y deleita junto con el, por fin
reconocido, mejor central que tenemos, Daniel
Sarmiento.
Creo que es justo, para ajustar
el significado de todo esto, citar al deus ex machina, esa persona que, con
foco o sin el, es tan invisible que no se entiende nada sin el. Como ese
compañero del que se dice que hace vestuario, este hace ciencia también. Creo
que merecía esta loa porque, al igual que la canción de Mariano y Sorrentino,
ayer también me resonó aquel ingrato y desesperado “Parad a Doder”. El trabajo y sólo el trabajo habla el lenguaje de la justicia. El de los
sueños, a partir de este viernes.
Fdo.: Álvaro Lombardo Sáenz
1 comentario:
jorge está que se sale, a ver si sigue asi cuando venga al Caja3.
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