Hay un amigo en mi

No sabemos qué nos deparará los tiempos que se avecinan pero, una vez acabada la temporada, si se puede afirmar que el cambio de época es inminente. Tal vez cada uno guarde en su interior aquello qué considera básico para entender porque este momento, u otro, supone un jalón que diferencia paisajes según vuelvas la vista o la enfrentes con la línea continua. Esta vez, la foto que preside sugiere todo aquello que hemos dejado de ser este año. Cada uno puede decidir el toque de nostalgia que le pone.

1. De fuera: Gabor Grebenar ha sido el único extranjero del quinto equipo de la Asobal. No es dato baladí este, ya que el Caja 3, junto con el Puerto Sagunto, ha sido el equipo con menos foráneos en la plantilla. Siempre se ha dicho que los extranjeros deberían poner el acento de calidad, dos o tres, para ese salto de calidad que no encuentras en casa o aledaños. Más allá de lo real o irreal que la fórmula devenga, Grebenar ha sido el único superviviente de la legión europea que vino a socorrer al relevo de los Zaky, Doder o Vatne. Y eso ya dice de él estas tres temporadas, como dice la mixta que le hizo Pastor hace un par de años. Siempre ha cumplido, ha mostrado un brazo poderoso y una solvencia defensiva. Tal vez quisimos pensar que podía explotar, hacerse fijo para la selección hungara en Zaragoza. Si llega ese momento, ya no será aquí, pero valoremos a Gabor por lo que dio y no por lo que pudo haber dado. Es más justo y sigue dejando un buen sabor de boca.

2. La fábrica catalana: Cuando todo el mundo daba por hecho que sería Cuartero quién relevaría a Sifré en el extremo derecho, apareció un trotamundos de la Asobal por el costado que venía de ser el máximo goleador de la competición. Y dejó bien claros los porqués: “Soy un extremo de los de toda la vida. De los que corren el contraataque”. No nos ha dejado con las ganas y, junto con Toño Cartón, han formado una dupla en la esquina derecha que no ha tenido absolutamente nada que envidiar a ninguna, repito lo de ninguna, de los demás equipos españoles. Por calidad, por compromiso y por sacrificio. Josep seguirá retratando el parquet y los palos corto y largo porque cuando su portero para pelota, el catalán sigue haciendo el balonmano fácil. El de defender y correr. El de toda la vida.

3. Quereño: Ese otro ciclo que se alumbró hace tres temporadas ha tenido un nombre propio. Es evidente que es Jorge Maqueda, el cual vino a darle descanso a Stankovic, luego lo sentó y finalmente decidió, más bien lo hizo Valero Rivera, que la selección española ¿por qué no? Ahora nos hemos acostumbrado a verlo, junto con Gurbindo, en ese fenomenal lateral derecho que tanto nos hace disfrutar. Si antes citaba el costado izquierdo del Caja 3 como puntero, acudir al lateral izquierda y encontrarte a este todoterreno hace extensible la loa. No merece la pena encerrar en palabras lo que todos hemos observado con la vista: Jorge Maqueda se ha hecho un jugador de primer nivel en Zaragoza y, por desgracia, podría haber liderado a ese Caja 3 que cambió de filosofía hace tres años. La trayectoria y el desarrollo de los acontecimientos así lo entendía, pero el dinero no llega y para tener grandes jugadores como éste es necesario. Lo veremos por la TV más de una vez y seguramente celebrando cosas.

4. Portería: Es posible que muchas de las ideas puestas sobre la mesa hasta ahora tenga un particular microcosmos en esa portería compartida durante tres temporadas por los protagonistas de más arriba. Mientras Iñaki Malumbres ha sido el corazón del equipo y la demostración de que no hace falta tender a sobrepasar las fronteras para encontrar porteros buenos, muy buenos (entre los cinco mejores españoles), Pablo Hernández ha llevado esos paradigmas a un estadio superior. Me explico: todos nos hemos levantado con las paradas y jaleos de Iñaki, que no han sido pocos y han valido no pocos puntos. Ha empujado el villavés como un titán, haciéndonos recordar lo que nos amargaba cuando venía a visitarnos con el Arrate. Pero, con el convencimiento de contar con tan ingente figura, el silencioso Pablo, le haya acompañado más o menos deportivamente la suerte, resplandecía con un aura que sólo tienen aquellos deportistas totales, que aúnan orgullo de la tierra, profesionalidad, trabajo, respeto y paradas, que los números existen. Tal vez por ello este blog haya consumado un montón de comentarios cuando saltó la noticia de su ida. Tal vez Pablo Hernández represente por un lado el proyecto CAI de hace nueve años, al que se vino tras pasar, por otro lado, por la historia reciente del balonmano español, es decir, Portland, Teka y Valladolid. Llegado el momento de adiós, para Pablo, para ambos porteros, para los anteriores, cabe no tanto el suspiro como la consciencia de esa ética cotidiana que es el cumplir con tu trabajo.

Fdo.: Álvaro Lombardo Sáenz