Foto : Nuria Soler (www.elperiodicodearagon.com)
La previa tenía aire de ser
jugosa. El Ciudad Encantada venía
sin sus dos porteros y el Aragón,
después de haber encadenado dos triunfos seguidos, parecía tener al alcance de
su mano un tercero que le diera un definitivo poso de cara a las jornadas
venideras. Cuatro paradas de cuatro lanzamientos para el juvenil Casas debería haber sido un buen
antídoto para esa supuesta complacencia. Finalmente, han hecho falta minutos,
alrededor de cincuenta, para comprobar que el repertorio del que se dispone
hace ilusoria cualquier supuesta facilidad.
Desde luego, el Ciudad Encantada va a ser compañero de
bajos fondos, de ahí que la derrota de esta mañana (28-32) haya sido más picajosa. La manera elegida para hacerlo
ofrece serias dudas sobre el carácter del Aragón.
Precisamente tener carácter es una virtud muy necesaria cuando, por motivos
deportivos, debes recurrir a dosis de empuje, garra y voluntad infinita. Cuando
el partido ha marcado el tiempo de las verdades (min 43; 19-19), el Aragón
se ha diluido, se ha empequeñecido, se ha mostrado como un equipo vulgarizado.
No es una cuestión de balonmano, pues de eso ninguno ha puesto demasiado en
todo el partido, es una cuestión de idea o de ideas. Si es una sola, se cree en
ella y se va hasta el final. Sin adornos innecesarios pero con mucha mala
ostia. Si son varias, se gestionan, se proponen o se utilizan según el caso; se
acierta o se yerra. En lo que respecta a los azules, ni una cosa ni otra. Una
performance tan innecesaria como vana a la que el Ciudad Encantada le ha hecho un alicatado de simple garra. Ya
saben, una idea. Tan sólo una idea. En el minuto
55 (24-27), el destrozo ya llevaba unos minutos hechos.
Y eso que en la primera
parte, maldito espejismo, pudo el partido romperse un par de veces a favor de
los locales (min. 16; 8-6). No supo
el Aragón hacerlo, la mayoría de
ocasiones por errores no forzados. Pero parecía evidente que la jerarquía era
azul en medio de una cochambrosa defensa conquense, cuyo centro era un sitio
ideal para tomar un café mañanero. Así lo leyeron Lancina y Demetrio. Así
de fácil. Sólo el turiasonense Tolmos, jaleado por una grada amiga, amagaba y
daba desde nueve metros. También sólo con eso el Ciudad Encantada cerró el primer tiempo en el partido (15-14).
La segunda parte no se
atrevió a mejorar lo visto hasta el momento. Por un momento, pudimos imaginar
un final igualado, de infarto, de últimas pelotas que pesan por un instante más
de lo debido. Un mano a mano entre dos escapados que no hacen más que mirar el
retrovisor. A lo que el Ciudad Encantada
buscó el siguiente relevo, el Aragón
ya había entregado la cuchara. Tuvo tiempo, pues, de levantar las manos y
enseñar el maillot, para regusto de sus incondicionales. Un par de datos: El
parcial de 0-3 que ha puesto
definitivamente por delante a los visitantes ha tenido exacta correspondencia
en el número de blocajes recibidos por Demetrio
en esas mismas jugadas; dos latigazos, muñeca mediante, de Ponciano han encontrado la malla sin que nadie pudiera hacer su
par, Fuentes.
Aún pareció que el experimento
con Cartón podía funcionar,
poniéndonos a un gol (21-22 en el minuto
50), pero sólo ha sido un mímesis de lo acontecido frente a Guadalajara. Lógicamente, con un final
menos rebuscado. Extrañamente, ya a aquellas alturas del tinglado, Lancina hacía
tiempo que no ingresaba en el partido, supongo que por las únicas razones que
pueden ser, físicas. El correcalles final sólo ha servido para hacer más
visible una pésima gestión de los últimos quince minutos, donde ni la cabeza ni
las piernas, siquiera el alma, han acudido para poder discutir los dos puntos.
Escasas rotaciones, fuelle condicionado, evidencias palpables sobre las
dificultades defensivas de algunos jugadores (y el empeño en insistir en ello)
y, tal vez lo más preocupante, una absoluta falta de balonmano cuando los
conquenses han salido de la cueva para dificultar los lanzamientos de nuestros
laterales. En medio del marasmo y sin segunda línea a la vista, el equipo ha
acabado colapsando.
Es posible que un partido
entresemana no haya ayudado. No obstante, parece más evidente que esto es lo
que hay. Así que, explotemos ese idea, pero con la convicción del que se sabe
condenado. La convicción del que con el último que negociaría es consigo mismo.
Solamente desde ese punto de partida, podremos discutir, sin estar perdiendo el
tiempo, sobre qué defensa utilizar o a quién rotar.
Fdo.: Álvaro Lombardo Sáez