Lo que es y lo que parece

Foto : www.bmargon.com

Uno ojea la estadística del partido de esta tarde y observa como los laterales del Ademar, Tatarintsev y Vrazalic, han enchufado nueve goles cada uno. Sinceramente, era poco menos que imposible pensar que ambos, lentos y previsibles, pudiesen ser la referencia ofensiva de los leoneses si atendemos a los veinte primeros minutos. En realidad, parecía mentira que el Ademar fuese el Ademar: sin raza, sin nervio y casi sin ganas. Un juguete roto al que el Aragón iba a acabar de desguazar. Pero resulta que el ruso y el balcánico han sumado dieciocho goles de todos los colores, que la defensa del Ademar, sobre todo en la segunda parte, ha sido de antología y que hemos presenciado un partido de los que hacen afición para siempre, por lo que algo sí ha debido moverse para que esa mutación haya sido tan salvaje que casi le cuesta dos puntos que, por un instante fugaz, parecieron ser fáciles.

Puestos a buscar razones, tal vez haya por medio alguna arenga de Cadenas en el descanso, momento en que eran 5 los goles de ventaja del Aragón. Como si se tratara de un juego de equívocos, cuando el Ademar ha empezado a poner intensidad, el Balonmano Aragón le ha endosado un parcial de 7-3 en los últimos diez minutos de la primera parte para despegarse en un marcador hasta entonces igualado. Todo era mentira. O era verdad. Lo único que parecía meridianamente claro es que Javi García es un titán en los seis metros (el mejor pivote ofensivo nacional después de Aguinagalde) y que el partido estaba hecho (18-13 al descanso).

Por suerte para el balonmano e infortunio de nuestros corazones, el paso por el vestuario ha traído un Ademar mítico, a la altura de su nombre. Esto tiene que ser recalcado para que nos quedemos con la copla de cuán valiosos son los dos puntos de hoy. Porque los leoneses no son, ni de lejos, el equipo de la última década. Pero debe haber algún gen en el ADN de los maristas que los hace identificable y ese es, ni más ni menos, que su lucha. Vrazalic, Vranjes, Carou y Piñeiro (jugadorazo) han defendido para quitarse el sombrero y el argentino ha dado una lección en ataque de pantallas y bloqueos para sus compañeros de la primera línea. Primera línea que, por cierto, ha comandado notablemente Nantes, de manera que se empieza a entender los dieciocho goles de los laterales. ¿El resultado de todo esto?  Parcial de 1-5, empate y espadas en todo lo alto.

Con el partido revolucionado y el Ademar a la altura de las circunstancias, el Aragón, apoyado por una grada hoy implicada, se ha puesto en manos de Alex Dujshebaev. El zurdo, con el genial pivote manchego, Vigo, y Deme en defensa para sujetar las grietas abiertas han mantenido el pulso. Con ventajas de uno y hasta dos goles por parte local, se ha entrado en los cinco minutos finales. Los árbitros se animaban a colaborar en la electrificación del partido y empezaban a tener errores de bulto. Uno de ellos, una falta en ataque que no era y otra que sí era y no se pito, le complicaba las cosas al Aragón. Dos goles en inferioridad de los visitantes parecían certificar que el empate sería el mejor de los botines posibles. Sin embargo, este partido de máscaras iba a acabar con otra.

Un pasivo, un gol de Vigo al borde del infierno y un último ataque del Ademar que culminaba con un siete metros y el tiempo ya cumplido. Vrazalic podía hacer el décimo y certificar un punto para Ademar. Podía, porque se le cruzo esas ironías que tiene la vida. Ironía feliz de un chaval catalán que no está teniendo suerte, incómodo a buen seguro cuando los goles fulminan su portería y el murmullo recorre la grada. Ironía de un Dani Argüillas al que se le habrán pasado mil cosas por su cabeza cuando estaba frente a Vrazalic. En la misma portería que lo entrevistamos en este blog, el de Montcada le ha parado el penalty al jugador de Ademar y la fiesta ha explotado con el 35-34 final. La vida le ha devuelto una y ha hecho más cercanas sus palabras: podemos ser terceros. Es la diferencia entre lo que parece, un sueño, y lo que es, una realidad.

Fdo.: Álvaro Lombardo Sáenz.