Velocidad de pensamiento

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Es bastante probable que esta tarde haya ganado el derbi el mejor de los equipos de esta tierra. Pero, como no conviene quedarse con lo primero que nos cuenten, habría que ir más allá de esta aseveración. Por primera vez en esta corta historia de rivalidad en Asobal, el Balonmano Huesca asumía una condición de favorito frente a un Balonmano Aragón agazapado, sin saber muy bien donde anidan el qué y el cómo. Este planteamiento inicial casi explota, con consecuencias imprevisibles, cuando el partido se empataba a 16 a la atura del minuto 43. Un Huesca tenebroso, un Aragón que había salido con rasmia del vestuario y un partido que había vuelto a empezar. ¿Y al final? Al final el Balonmano Huesca duerme tercero y nosotros parecemos asentarnos en la mediocridad. Esa encrucijada, la que ha derivado en ese final traducido en un 27-24, es la que hay que evaluar.

Porque, sinceramente, el Aragón ha salido con balas de las que hacen pupa (min. 5; 0-2), las mismas que se acaban rápido, en cuanto Mira ha salido a buscar a Rial y ha obligado a un tiempo muerto (min.9; 3-2). Los siguientes veinte minutos han descrito el guión que todos preveíamos: la superioridad de los locales, cuyo ataque comandado por Rochel y Novelle y definido por Cuartero suponía una marcha de velocidad y pensamiento superior a la de los visitantes. Si a esto le unimos los balones que sacaba Rodrigo Corrales en los seis metros, la faena estaba hecha. 12-8 al descanso, Molina enchufando las que antaño se le iban a la estratosfera y la curiosa sensación de que, pese a todo, el equipo no estaba tan mal. Existía esperanza, aunque no se viera por ningún lado.

Debía estar escondida por los vestuarios porque el Aragón salía como un tiro del vestuario. Rial comandaba con su brazo eléctrico un parcial de 0-3 que, junto con la necesario dinamismo de una defensa en la que ahora figuraba en nómina Miguel Sánchez, repetía la tesitura de la primera parte. Sólo el zurdo Marcelo, con más fortuna que otra cosa, amparaba a un Balonmano Huesca renuente, tal vez asustadizo de verse un peldaño por encima. Eran los mejores momentos del Aragón, que llegaba a esos señores extremos que tiene con una facilidad inusitada. Colaboraba un valiente Basmalis, que siempre genera una opción más, en el sorpasso (min.45; 18-18). En este duelo de mentalidades mal avenidas entre vecinos, el Aragón no ha sido capaz de pasar su propio Rubicón. Un parcial de 4-0 en 5 minutos, con una defensa de gelatina y un par de errores no forzados en ataque, al compás de un pabellón caliente, nos ha sepultado. Los últimos diez minutos han sido la esperanza del que se ahoga con una sonrisa. Aún ha existido un esbozo a tres minutos del final (25-23) que el fenomenal Novelle ha impedido con esa finta tan salvaje que gasta.

A la salida del pabellón, un jugador del Aragón me ha ofrecido una versión muy clarividente, de esas que sólo dan los que tienen el culo pelado y la suerte de ser lúcidos. Ha venido a decir lo siguiente: “Nos falta consistencia. Mucha consistencia. Son un buen equipo pero no son mejores. Eran favoritos y los hemos tenido en un tris, no se lo creían. Perder de uno, como en Cangas o Gijón, piense lo que piense la gente, es un mundo. Tenemos que reaccionar o esto será un errante pasar”. Me he quedado pensativo y la percepción de que no había estado el partido tan mal, pese a todo, ha fluctuado. Igual es que hay que creérselo. Huesca estará muy arriba este año, pero el problema lo tenemos setenta kilómetros más allá. Al menos, el complejo de inferioridad que tienen un nutrido grupo de aficionados oscenses ha sido hoy plenamente satisfecho.

Fdo.: Álvaro Lombardo Sáenz