Foto : Olga Torres
Este año se cumple la quinta
temporada de Mariano Ortega en el
banquillo naranja. No es baladí que el de Esparraguera
suponga una continuidad en el continuo proceso de reconversión que viene
asimilando el club por motivos económicos. De los Zaky, Doder y Arrhenius se pasó a los Larsson, Grebenar y Malumbres y, finalmente, a los Vigo, Dujshebaev y Javi García. Estos
últimos igualaron la mejor clasificación de la historia, quintos, con opciones
más que reales de ser terceros, y estuvieron a punto de hacer record histórico
de puntos (38 por los 40 que marca el listón). Sin embargo,
en un computo general, la temporada pasada puede contarse entre las mejores en
la élite no sólo por los datos tangibles sino por las circunstancias que la han
rodeado: un equipo mucho más limitado que el de los tiempos de bonanza y una
crisis institucional que, mientras hacía zozobrar al club, suponía un empujón
para los jugadores. En todo esto, justo es reconocerle a Mariano Ortega, muchas veces cuestionado, la cuantía de su aportación.
A Ortega lo defienden los números y
una última temporada óptima en cuanto al aprovechamiento de los recursos
disponibles. Ha hecho jugador de primer nivel a Alex Dujshebaev (antes de venir aquí no lo era), lo ha combinado de
manera letal con un Victor Vigo que
también ha subido un escalón y ha ido introduciendo, en la medida de lo
posible, a la gente joven en las dinámicas de un equipo de Asobal, labor esta última nada fácil. Si a Ortega se le ha criticado ha sido siempre de manera argumentada y
constructiva. De la misma manera que ahora se le reconocen los meritos y su
condición de punto de partida en la construcción de un equipo que vuelva a
pelear por las posiciones nobles.
El reto, este año, ha
alcanzado una dimensión considerable. Después de salir vivos de un proceso
concursal, o eso parece, y con una Asobal
que continua con su bajada de nivel a tumba abierta, el Balonmano Aragón vuelve a fijarse como objetivo estar entre los
cinco primeros. Por supuesto, se le puede restar valor a la consecución de estos
objetivos con la excusa de estar moviéndonos en medio de ruinas. Pero el mérito
de sobrevivir, resistir, con más que dignidad (deportiva, al menos), también
debe ser reconocido. Y señalados sus responsables. Unos cuantos de ellos ya no
están entre nosotros. La columna vertebral de Vigo-Dujshebaev-Javi García, la gran responsable de la perfecta
puesta a punto de la maquinaria ofensiva de la que gozamos el año pasado, ha
volado, al igual que Molina, eje con
Asier Antonio, del centro de la
defensa. Son las bajas más sensibles pero no las únicas ya que, junto con la
retirada de Ruiz Casanova, el
portero Argüillas y los canteranos Ros y Penón hacían las maletas. Tal vez
el catalán no ha tenido la suerte de poder demostrar la calidad que atesora
como junior de oro aunque en la memoria de todos queda el penalty parado a Vrazalic. Penón ha tenido minutos testimoniales y el caso de Ros ha sido el más enrevesado. Vino
como “canterano adelantado” tras varios años fuera de Zaragoza que incluían una fase de ascenso a Asobal en el Villa de Aranda
pero la falta de oportunidades han acabado por situarlo en una tierra de nadie
nada provechosa. Finalmente se ha desligado de club y el tiempo dirá si se ha
dejado pasar una oportunidad o no. La dirección deportiva, que ve el progreso
de los jugadores día a día, es la responsable del debe o el haber en estos
casos.
En definitiva, la
combinatoria de piezas exigirá un esfuerzo a la parcela técnica. No se puede
jugar al balonmano de la misma manera si los actores tienen otras características
y parece evidente que la plantilla de este año atesora otras cualidades que
deberán ponerse en práctica para definir el perfil del Aragón 13/14. De nuevo, Ortega, Moliner y la nueva
incorporación que es Julio Rodríguez deberán conjugar el desafío y
exprimir a los suyos en busca de mayor rédito posible.
Fdo.: Álvaro Lombardo Sáenz
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