Todos tenemos amigos para
los que la vida es un surtidor de chollos, gangas y regalos allí por donde se
dejan caer. Allí donde tú palmas como un pardillo desorientado, ellos se echan
la copa de rigor por la mitad, comen en un oasis entre insufribles precios y
duermen casi por hacerle un favor al del hotel. En medio, tu cara merecería un
sitio en alguna galería de arte. A ver si es que voy tonto de verdad, te
peguntas. Luego, las ganas de arrimarte a ver si se pega algo quedan
petrificadas cuando el enésimo intento de disfrutar del olfato del tipo en
cuestión deriva en antologías del tipo “la
última vez que yo estuve…”, “creo que en esta calle no era…” ó “han cambiado de
dueños”.
Sin embargo, como todo el
mundo se equivoca, el día aquel que te recomendó esa cucada de hotelillo
plantificado escaleras arriba del mar, y a tiro de piedra del casco vello debió
de estar inspirado. Seguramente, ni era el más barato, ni te regalaban lo
centollos, ni siquiera la habitación era para sacar la cámara de fotos. Pero
uno sabe, en esa genial acepción que llamamos intuición, cuando no es necesario
orquesta para que ese fin de semana que te ha dado por escaparte se convierta
en el acicate que, tal vez, habías pensado para darle un impulso a tu relación,
o tan sólo comulgabas con la idea de que la ilusión no se puede coger
vacaciones, exige estar al pie del cañón.
Al amiguete ya le invitarás
a una cerveza cuando toque puesto que, como corresponde, uno aprovecha más esta
vida si la dibuja con las cosas buenas de los demás sin que ello suponga negar
los defectos. Es una especie de realce donde lo menos bueno hace de palanca
para magnificar el resto. Es bastante posible que unos chicuelos de naranja que
andaban también por la ciudad viguesa no sean, como el hotel, lo mejor que ha desfilado
por el parquet del Felipe. Incluso,
que nuestro amigo nos haya vuelto a vender la moto. Pero, por de pronto, cuatro
de cuatro, sacando a Octavio de la
pista. ¿Más cerca de la permanencia, no? Me parece que el colega esta vez ha
dado en el clavo, como con el hotel de Vigo.
Ahora sólo queda poner la citada ilusión de ver cómo lo pequeño crece, y eso no
lo recomienda nadie, es cuestión nuestra.
Fdo.: Álvaro Lombardo Sáenz.
2 comentarios:
que te has fumado y bebido?
Esto es transmitir ilusión, si señor.
Enhorabuena por tu escrito, Alvaro.
Parece que los anónimos, están bien parapetados en su anonimato.
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