Foto : josé Manuel de Buen
Muchas son las metáforas que recurren al
invierno. Sin entrar a confeccionar un catálogo, y en duro mestizaje con la
realidad, para el balonmano suele significar una competición internacional y
posterior reanudación del devenir de la liga Asobal. Un momento que, excepto los contados internacionales que
desfilan por nuestro país en franca disminución, sirve para establecer un
Rubicón a partir del cual lo que menos va importando son los adornos para
quedarse con el único salvoconducto para entrar en el imaginario de una tabla
clasificatoria donde todo, o casi todo, amanece por debajo.
Ayer, retorno del contacto, decidimos
adosarnos al frío ambiente, al ritmo carcelero que hizo de la velada cualquier
cosa menos un animada rumbita. Simplemente, la extracción definitiva es que un
equipo muy flojo ha estado metido en el partido, tres goles, casi hasta el
final. Alguno dirá que es porque el Caja3
se lo permitió, asunto correcto pero que implica cuestionarse acerca del
porqué sin acomodarnos en insidiosas magnanimidades. Sin embargo, a partir de
aquí, estableceremos un giro que implique una torna del naranja al verde, ante
la sustitución del partido por una entretenida verbena.
Tensión proclamaba Malumbres escudado bajo los tres palos en la segunda parte y eso es
de lo que careció el partido. El que esto escribe se hacia cruces de pensar
que, con esa sustitución de sangre por horchata, lo de ayer habría sido un
calco de la visita del San Antonio. Pero
no, estaban la gente del Torcal,
cuyo aspecto es, de lejos, una oda a la agonía. Como los apuntes más acertados
del partido ya los ha hecho nuestro grande y particular Espíritu, me gustaría complementarlo con unas breves líneas chicos
de verde.
Me gustaría dejar claro que si antes he
referido la condición de flojo al Antequera,
eso no niega que derrocha la dignidad que es la norma del humilde, del que es
consciente de su humildad y la lleva a gala con orgullo, sin espejos
deformantes jerárquicos. No tienen un duro y estoy harto de cómo este fenomenal
deporte del que sólo soy un simple espectador, ni siquiera lo práctico, se
desangra. Teka, Altea, Almería, Arrate,
Alcabendas Toledo, a corto plazo Antequera
salvo milagro. ¿Y qué? Realmente, ¿a quién le importa? ¿Esto no mueve votos en
esta relación camuflada pero evidente al ojo medianamente avispado de
patronazgo y clientelismo? Entonces ya está. No quiero ni creo en el populismo
de consumo fácil pero no se cómo compensarlo con el hartazgo de ver equipos
hundidos, con una losa que introduce lo deportivo en un segundo plano. El
banquillo antequerano era un poema, un reflejo de quién se sabe terminal y
asume que el mal no viene de la pista. Es mucho peor. No pretendo decir que el
club no tenga su buena ración de culpa debido a gestiones realizadas sobre el
vacío. Instituciones y patrocinadores que no llegan, deuda agigantada y en el
fondo una rebeldía a la que impide eclosionar una tristeza sin fin.
No tengo, ni creo que nadie la tenga, la
solución general que aplicada como si de un medicamento se traste, remita y
finiquite la
enfermedad. Pero esto se nos va. Y para empezar a hacerle
frente, hay que creer. Creer en el brazo zurdo de Marcelo, creer en el barbudo Mijatovic y su manera de lanzarse a por
las pelotas, creer en la soba que se pegó Paco
Bustos, creer en como los años no le pesan a Moyano, creer en las fintas y los cambios de dirección de Espigol. Cambiamos los nombres si se
quiere, cambiamos el nombre del club y el color de la camiseta. Pero en
este barco estamos todos los que creemos que sin deporte, sin sus valores y su
cotidianeidad que hacen llevadero este perro mundo, sin balonmano, no hay
sociedad que merezca la pena.
Fdo.: Álvaro
Lombardo Sáenz
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