Intentar hablar de lo
meramente deportivo en esta clausura de la temporada 2012/2013 para el Balonmano
Aragón es complicado. Al menos lo es hacerlo sin desligarlo de todo un
contexto especial, demasiado especial. Cada uno de los que hemos estado esta
tarde en el Felipe habremos sentido,
pensado o extraído una serie diferente de cosas. El cúmulo de detalles,
engrandecidos con las palabras del jugador referente del balonmano de élite
zaragozano en los últimos quince años, puede resultar inequívoco. O no. Las emociones,
desde luego, han sido las protagonistas y las vibraciones de las palabras de Amadeo sonaban a punto. Final o aparte,
pero, a fin de cuentas, henchido de orgullo. Una lección tan sintética como
profunda de cómo lo cotidiano, a veces, si nos los proponemos, puede ser un
baile agarrado con historias tan perdidas como la dignidad, la honradez y la
coherencia. Gracias a los jugadores y a la afición por esa comunión tan
especial. Pase lo que pase, este 25 de mayo es parte de mi patrimonio
sentimental y estoy seguro que el de más gente también.
Toda esa carga emocional ha
sido robada a un partido con más simbolismo que intensidad. El de jugar con
todos los chicos de la casa, el de un Ariño que será un extremo de los grandes,
un Carlos Jiménez que tiene más
pitera que todo el pabellón junto, el de cada uno de los nombres propios, en
definitiva, que con la victoria de hoy por 31-29
frente a Anaitasuna firma una quinta
plaza y 38 puntos de sobresaliente. También Mariano Ortega, cuyo trabajo ha
recibido un espaldarazo esta temporada.
Anaitasuna ha
venido hoy con tranquilidad, con mucha tranquilidad, pero, pese a estar siempre
por detrás en el marcador, ha entrado en la recta final a un gol y con todas
las opciones del mundo. Hemos salido con todos canteranos dirigidos por Sorli en el centro y luego,
paulatinamente, han ido entrando en acción los más habituales. Sin embargo, los
tres goles por arriba han sido una constante desde el minuto 18 (8-5) al descanso
(14-11). Tras el paso por el vestuario, parecía que la estocada era
definitiva (16-11). Falso. Un cambio
navarro en defensa a 5:1 y Novelle a sus anchas apretaban el tempo
del partido (21-20; min.42).
El regreso de Carlos a la portería y el buen trabajo
combinativo en ataque, donde se lograba llegar a los extremos, se unía a
errores casi infantiles del Anaitasuna
para entrar en la recta final en franquicia (min.52; 27-24). Esos mismos errores no forzados se cambiaban de
bando, no obstante, en los últimos cinco minutos. Parecía que el partido se
negaba a cerrarse e incluso las exclusiones propias reverberaban positivamente
para Anaita. Pero no era el momento
del voltaje sino de un gol de Penón
y otro de Ros para cerrar la
maldición y dejar el triunfo en Zaragoza.
Como si de cuento de niños
se tratase, por fin Anaitasuna
dejaba de ser una palabra maldita. Lo habían conseguido. La maldición fenecía y
el cuento acababa. Otra historia de una tarde de primavera, otra lectura con la
que soñar, otro epílogo por escribir.
Fdo.: Álvaro Lombardo Sáenz.