Foto : Jesus Ros Carretero
Es curioso. Kappelin llevaba alrededor de un 40% de
paradas, el equipo carburaba en ataque y había ganado solidez defensiva después
de un inicio dubitativo. El marcador al descanso, dos tantos arriba (13- 15), indicaba que el Balonmano Aragón estaba haciendo las
cosas bien. Sin embargo, para hablar de la segunda parte, puede que merezca la
pena rescatar un término que le leí a Raquel
Machín para hablar la semana pasada del partido frente al Huesca: descomposición. Por segunda vez
consecutiva, del minuto 30 al 60, el
ejercicio desarrollado por los naranja ha sido catatónico y los números dan
buena fe de ello al establecer un patente 21-
13. Además, con todos los respetos, el Granollers
no es ningún equipo excepcional para hacernos semejante roto.
Si nos decidimos a evitar
los paños caliente, el problema se ubica en nuestra defensa, de nuevo
excesivamente indolente. El bueno de Richard
Kappelin también tiene un límite y la gran parte de los goles vallesanos,
ya firmados por Malasinskas o por Salinas, han tenido idéntico perfil. La
traducción gráfica de esa situación era el fusilamiento en el uno contra uno de
un centro de la defensa aragonesa sin respuestas, sin contacto, sin ayudas y,
en definitiva, superado completamente. Tampoco es que en ataque el equipo haya
rendido al nivel que se le presupone. Con una ausencia muy preocupante de tiro
exterior y Víctor Vigo hoy ausente,
la única baza, exitosa por momentos, ha sido Deme de central buscando a Javi
García en los seis metros. Cuando el Granollers
ha tapado ese agujero, ninguna respuesta se ha oteado en el horizonte. Ninguna
coordinación y sólo fogonazos del ínclito Cartón
o Dujshebaev asistiendo o disparando
en medio del apagón general. Da la sensación de que si las cosas comienzan a
fallar, la cuesta abajo parece hacerse más pronunciada. Y nadie es capaz de
parar la hemorragia.
En medio de la retirada,
suele acontecer que el rival crece de manera inversamente proporcional a tu
descalabro. El mayor empaque defensivo de los catalanes en la segunda mitad ha
permitido, aunque ya llevaba unas cuantas, que Pérez de Vargas se hinchara a sacar pelotas. Junto con esto, los
latigazos del lituano y el chileno ya citados, construyéndose ambos sus propios
espacios y a la carrera, han sido los argumentos que han tirado al suelo al Balonmano Aragón. Cada uno que juzgue en conciencia si es suficiente para la
masacre de la segunda parte y, en consecuencia, focalice donde nacen los
problemas que estabilidad que hoy han vuelto a acosar a los naranjas.
Es cierto que, seguramente,
el problema que nos ha llevado al 34- 28
final no se conjuga en singular. No estaba Ruiz
Casanova, las imprecisiones han sido caldo de cultivo en ambos lados y la
falta de recursos ofensivos nos ha lastrado en forma de contraataques letales
por parte de los vallesanos. Ni siquiera la mayor penalización en forma de
exclusiones al Granollers nos ha
servido, lo que también puede valer como muestra de nuestra escasa mordiente en
la retaguardia. Varias cosas, en definitiva, y pocas agradables. El punto de
ruptura se había consolidado en el minuto
50 (27- 24) para rematar con diez minutos finales anegados de impotencia.
La maldición del Felipe ha decidido
darse un garbeo también lejos de Zaragoza.
Esperemos que tenga fecha de caducidad porque nunca se sabe dónde está la línea
que sitúa la capacidad de conducir la situación a un lado y el estar de barro
hasta las cejas a otro lado.
Fdo.: Álvaro Lombardo Sáenz.