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domingo, 22 de marzo de 2015

Detalle a detalle

Foto : heraldo.es

Sin echar un vistazo a las estadísticas de años pretéritos, me atrevería a decir que la salvación este año en ASOBAL va a cobrarse cara, muy cara. Nuestro Balonmano Aragón no ceja en la puja y tengo la firme convicción de que el nombre antaño naranja y ahora azul no reblará. El argumento de esta creencia se autotitula siglo XXI, escenario donde, con la de ayer, ya hemos visto desfilar tres victorias consecutivas. Seguimos en puestos de descenso pero enganchados a la bombona de oxígeno. El equipo crece aunque, en medio, se mezclen escenarios inverosímiles patrocinados por duetos de gatillo fácil.

Cuando restaban diez minutos para la conclusión del envite frente a Abanca Ademar de León, clásico dónde los haya, tuve la sensación de que el final, más allá de la ventaja que reflejaba el marcador (34-31), iba a ser una lotería. Lo que desconocía era el carácter volátil de ese azar que impulsaban los colegiados catalanes. Dieciséis exclusiones fueron el bagaje de un arbitraje demasiado protagonista, demasiado amoldado a un partido sin ley y sin defensas. Tal vez la última jugada, un regalo en toda regla al Aragón, fue el colofón a un sabor agridulce porque, si bien es un lance más en medio de una vorágine de sesenta minutos sin estructura alguna, parece evidente que al Ademar le guindaron un punto. En este blog no se han asimilado nunca las medias tintas.

Antes de llegar al estrambótico final, el Aragón había gestionado los últimos minutos de una manera catastrófica, cayendo presa de la defensa abierta e individual que plantearon los leoneses. Se evaporaron en tres minutos tres goles que se habían construido anteriormente con mucho empeño y tocó someterse a los designios del sufrimiento. Las paradas de Álvaro Fernández y los consiguientes aplausos se oponían a la muñeca infalible desde los siete metros de Carrillo, las acometidas de una primera línea aragonesa mejor gestionada esta vez desde el banquillo tenían su contrapunto en los problemas que generaba en seis metros el brasileño Almeida.

Visto así, parece que las fuerzas estaban emparejadas. Sin embargo, en los parciales el Aragón siempre retuvo ventaja, aunque fuera mínima. Es posible que ese aliento, esa fe inconmensurable que han conseguido la conjunción de veteranos y chavales, fuera más potente que un Ademar que apesta a fin de ciclo. Los detalles a veces delatan flujos más internos y el hecho de que Almeida tenga que ser sacado en camilla ayudado por jugadores del Aragón mientras los suyos miran, e incluso que Vejin juegue cojo y pida el cambio sin recibir respuesta pueden decir más que el propio balonmano.

Si hablamos de balonmano, sólo deberíamos hacerlo de ataques. Unos porteros invalidados sea cual fuere la modalidad de unas defensas contemplativas permitieron los lucimientos individuales y colectivos. Desfilaron Del Valle, Vejin,  Demetrio, Kristensen y Millan desde el extremo, para deleite del respetable. Si se para uno a examinar esta pasarela y añade a la pareja arbitral, se atisba un poco más inteligible el devenir del partido, incluido su final. Aunque quizás fueran esos detalles de los que hablábamos más arriba, esas lógicas internas, las que determinaran que los dos puntos, fuese el que fuese el modo, se quedaran en Zaragoza y nos permitirán seguir en la brecha una semana más.






Fdo.: Álvaro lombardo Sáenz