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sábado, 25 de abril de 2015

Y una final fue


Con todos los ingredientes que correspondían y con un resultado que, pese a repartir los puntos (29-29), fue vitoreado por la ruidosa y descentrada afición conquense y recibido con cara de circunstancias en la parroquia local. Como avisábamos ayer, quién creyera que las trayectorias opuestas de ambos equipos invitaban a intuir un triunfo sencillo no había entendido nada. El diálogo era al borde del abismo y ahí no valen las exquisiteces ni las razones. Sangre y corazón en estado puro y, de eso, ha puesto arrobas Ciudad Encantada en la segunda parte.

Porque, hasta el descanso, un parcial de 18-15 marcaba un camino ventajoso para el Aragón gracias a ese tanteador y a dos exclusiones que dejaban a los visitantes con cuatro jugadores para el regreso de los vestuarios. El guión había mantenido durante los primeros treinta minutos al conjunto azul por delante en todo momento, aunque bien es cierto que sin rentas sustanciosas. Faltaba la frescura y la claridad de de ideas en ataque de otros días, sin extremos y sin línea de pase con Val. Pero bien es cierto que Cuenca apenas salía de las acciones uno contra uno de Renaud y algún misil tierra aire de Bungué. En esos duelos de llaneros solitarios, estaba claro que el Aragón llevaba las de ganar debido a su mayor talento individual.

Entendió Ciudad Encantada el mensaje, sintió el aliento de las parcas y murió en su línea de seis metros. Frade y Vidal cerraron las conexiones con el pivote y los laterales se multiplicaron en las ayudas. No es que se le hiciera de noche al Aragón en ataque, demasiado empeñado en circular hacia el centro, pero cada vez costaba más sacarle los colores a un Oliva que se crecía por momentos. Realmente, hasta el minuto 45 no logró el Ciudad Encantada empatar a 24 pero el nuevo atrezzo pintaba mal: marcador ajustado al final, nervios, inercias opuestas…Y peor se puso (min 46, 25-27). El Cuenca dispuso de un ataque para irse de tres pero el temblor de manos acuciaba ambos banquillos.

Demetrio y Ferrer tuvieron que disparar para evitar el ahogamiento. Pero no hubo ni catarsis ni resurrección. El tanteador volvió a igualarse en el minuto 22 (25-25) y las señas de identidad se mantuvieron hasta el final. Ciudad Encantada, con cierta permisividad arbitral, salía al contacto como quién parte al frente mientras que en la orilla opuesta las dos exclusiones de Val en defensa condicionaban una defensa 5:1 con unos agujeros que las intervenciones de Julio no lograban tapar. Habría que agonizar para rascar y en eso Ciudad Encantada nos llevaba ventaja.


Tiempos muertos, ataques largos donde los pasivos eran relativos según el área y duelo de errores no forzados que sumaban a las estadísticas de las porterías. Por un momento, tras romperme las manos aplaudiendo la enésima de Julio, pensé que este artículo llevaría por nombre Julio Iglesias, no se si por lo melódico o por los milagros. Obvié que la lectura del encuentro no era para héroes sino para bregadores. El Aragón llegó a los últimos quince segundos uno arriba, con un penalti cosechado y transformado por Val, pero no supo defender su ventaja: Vidal ametralló con demasiada facilidad desde siete metros e hizo algo que no se si se puede llamar justicia. La prórroga de la final queda pendiente para las tres jornadas siguientes.



Fdo.: Álvaro Lombardo Sáenz.

viernes, 24 de abril de 2015

La última patada


A falta de mayor dedicación y espacio en los medios de comunicación jerárquicos de la región, siempre queda un hueco en este blog para asumir los momentos trascendentales del Balonmano Aragón. El de este sábado a las 19 horas se antoja como tal, un enfrentamiento con el GlobalCaja Ciudad Encantada de Cuenca que, avatares del deporte, ha pasado de ser importante a no tener retorno. Ganar significaría la salvación oficiosa, algo alucinante después de una temporada definida como contracorriente; no hacerlo sería una carambola extraña pero no descartable, como nada en el deporte. Quedarían tres cartuchos más, pero la sensación de no sellar lo que está en tus propias manos deja expedito el camino al lamento.

Recién estrenado Septiembre y el milagro de la continuación en Asobal, un equipo enteramente de la casa, con excepción de Asier Antonio, empezaba con el trámite de Barcelona para levantar expectación la jornada siguiente ante el debut casero frente a MMT Seguros Zamora. Las diferencias aquel día entre la primera y la segunda parte evidenciaron qué era presente y qué podría ser futuro. Como todas las malas rachas, se encadenaron de manera acumulativa las derrotas. Salvo la agónica victoria del Juanfersa Gijón en el siglo XXI, el resto del saldo negativo fue inapelable. La situación era realista: no había para más. ¿O sí? Empezaron a moverse fichas y, como si de alguna película de acción, viejos compañeros de batalla en una liga antaño elitista descolgaron sus zapatillas y se encomendaron a un último servicio. Demetrio Lozano, desde el banquillo a exhibir cómo se puede seguir impartiendo magisterio con cuarenta tacos, y Julio Rodríguez, del que cierto cronista escribió que sabía hasta el color de la ropa interior de los lanzadores a los que se enfrentaba, apuntalaron un equipo que llevaba siete jornadas de desventaja.

Un punto sorprendente en León, un triunfo sobre uno de los mejores equipos de Asobal como es el Anaitasuna, hasta tres derrotas por un gol y tres puntos obtenidos frente a Huesca y Benidorm cerraban la primera vuelta con un hilo de vida. Todo seguía pasando por una segunda vuelta superlativa que recuperará las distancias perdidas al principio, y se lanzó la última ficha al tablero. Llegó Álvaro Ferrer ante la baja de Asier Antonio, dispuesto a hartarse de darle pelotas al casetero más aventajado. Desde ese momento hasta el día de hoy, sólo ha ganado el Barcelona en el Siglo XXI. Sobran los comentarios. El Aragón se metía desde su feudo en la pomada, incluyendo dos puntos muy relevantes en la cancha de Zamora en una especie de homenaje tardío a aquella primera parte de Septiembre.

Con toda la inercia positiva descrita, el Aragón seguía anclado en el penúltimo puesto, plaza que conlleva el descenso directo. El simbolismo de verte al otro lado de la línea roja seguramente necesitaba de un galope concreto, certero, sorprendente. Dos días en la ría de Vigo, por ejemplo. En la cancha del Cangas, uno de los mejores equipos que han pasado por Zaragoza, un bloque compacto con los conceptos tan claros como su humildad, el Aragón reventaba las previsiones y ganaba 31-34. Unido a la derrota del Ciudad Encantada, el Aragón salía por fin del descenso y colocaba el partido de este sábado en un plano cualitativamente distinto: el de la vida, que por sí mismo supera a cualquier otro.

Curiosamente, la trayectoria de Ciudad Encantada es inversamente proporcional a la del Aragón, con tan sólo una victoria y dos empates esta segunda vuelta. No obstante, si para nosotros es el partido de la vida, los conquenses lucen la ausencia de cálculo de la muerte. Zaragoza es la última estación para evitar el descalabro y, sobre todo, rearmarse moralmente puesto que MMT Seguros Zamora continúa en la lucha. Son peligrosos, aún sin Balaguer y Mendoza, porque han llegado a esta cita conscientes de estar peor de lo que creían. Todo lo que no sea jugar con la tensión de una final será nefasto para el Aragón. Disponemos, con un pabellón a una sola voz, de sesenta minutos para condensar un final a la temporada más bonitas de esta última década. Para explotar de trabajo bien hecho. No será porque no hemos tenido días y partidos inolvidables en los últimos tiempos pero todos sabemos, los que aguantamos ahí, que lo de este año es, como los recuerdos en blanco y negro, para siempre. 





Fdo.: Álvaro Lombardo Sáenz