Foto : heraldo.es
Sin echar un vistazo a las
estadísticas de años pretéritos, me atrevería a decir que la salvación este año
en ASOBAL va a cobrarse cara, muy
cara. Nuestro Balonmano Aragón no
ceja en la puja y tengo la firme convicción de que el nombre antaño naranja y
ahora azul no reblará. El argumento de esta creencia se autotitula siglo XXI, escenario donde, con la de
ayer, ya hemos visto desfilar tres victorias consecutivas. Seguimos en puestos
de descenso pero enganchados a la bombona de oxígeno. El equipo crece aunque,
en medio, se mezclen escenarios inverosímiles patrocinados por duetos de
gatillo fácil.
Cuando restaban diez minutos
para la conclusión del envite frente a Abanca
Ademar de León, clásico dónde los
haya, tuve la sensación de que el final, más allá de la ventaja que reflejaba
el marcador (34-31), iba a ser una
lotería. Lo que desconocía era el carácter volátil de ese azar que impulsaban
los colegiados catalanes. Dieciséis exclusiones fueron el bagaje de un
arbitraje demasiado protagonista, demasiado amoldado a un partido sin ley y sin
defensas. Tal vez la última jugada, un regalo en toda regla al Aragón, fue el colofón a un sabor
agridulce porque, si bien es un lance más en medio de una vorágine de sesenta
minutos sin estructura alguna, parece evidente que al Ademar le guindaron un punto. En este blog no se han asimilado
nunca las medias tintas.
Antes de llegar al
estrambótico final, el Aragón había
gestionado los últimos minutos de una manera catastrófica, cayendo presa de la
defensa abierta e individual que plantearon los leoneses. Se evaporaron en tres
minutos tres goles que se habían construido anteriormente con mucho empeño y
tocó someterse a los designios del sufrimiento. Las paradas de Álvaro Fernández y los consiguientes
aplausos se oponían a la muñeca infalible desde los siete metros de Carrillo, las acometidas de una primera
línea aragonesa mejor gestionada esta vez desde el banquillo tenían su
contrapunto en los problemas que generaba en seis metros el brasileño Almeida.
Visto así, parece que las fuerzas
estaban emparejadas. Sin embargo, en los parciales el Aragón siempre retuvo ventaja, aunque fuera mínima. Es posible que
ese aliento, esa fe inconmensurable que han conseguido la conjunción de
veteranos y chavales, fuera más potente que un Ademar que apesta a fin de ciclo. Los detalles a veces delatan
flujos más internos y el hecho de que Almeida
tenga que ser sacado en camilla ayudado por jugadores del Aragón mientras los suyos miran, e incluso que Vejin juegue cojo y pida el cambio sin recibir respuesta pueden
decir más que el propio balonmano.
Si hablamos de balonmano,
sólo deberíamos hacerlo de ataques. Unos porteros invalidados sea cual fuere la
modalidad de unas defensas contemplativas permitieron los lucimientos
individuales y colectivos. Desfilaron Del
Valle, Vejin, Demetrio, Kristensen y
Millan desde el extremo, para
deleite del respetable. Si se para uno a examinar esta pasarela y añade a la
pareja arbitral, se atisba un poco más inteligible el devenir del partido,
incluido su final. Aunque quizás fueran esos detalles de los que hablábamos más
arriba, esas lógicas internas, las que determinaran que los dos puntos, fuese
el que fuese el modo, se quedaran en Zaragoza
y nos permitirán seguir en la brecha una semana más.
Fdo.: Álvaro lombardo Sáenz
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